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Mostrando entradas de marzo, 2012

LA PRIMAVERA

Ya huele a tardes  largas de silencio espeso, a florecillas silvestres naciendo a borbotones, a insectos aleteando y a alergias que explotan por la nariz. A Marcel le encanta la primavera y la gran ciudad. Le gusta la distancia y escuchar en una cama o en una silla de lo más incómoda, delante de un café o detrás de una aguja y un dedal. Marcel en otros tiempos hubiese peinado canas, pero peina primavera por los cuatro costados. Ella puede cantar toda la banda sonora de esta estación del año y de muchos años atrás sin que se le note en el cuerpo, ni en la cara. Siempre me pone peros, ¡me encanta!, porque me los dice y yo le contesto, a veces la entiendo y otras veces... Me gusta cuando llegan sus tesoros y desaparece para concentrarse sólo en ellos, porque luego se escapan y la nostalgia le invade hasta que sale a la calle ( ¿con un sombrero rojo?) para oler a primavera, a música y a suspiros que le salen porque ama.

CATARSIS

Nunca volvió del todo de la guerra. No tenía cicatrices ni agujeros de proyectil, pero de vez en cuando sentía un revoloteo de golondrinas en el alma. Siempre mantenía las piezas, blancas y negras, perfectamente colocadas en el damero, sin embargo la cocina estaba llena de tetrabriks, latas y platos sucios. Aquella mañana no había amanecido y se quedó sin frase. Pretendía aprender pero se le había olvidado. ¿Qué podía hacer? Descolgó el teléfono e intentó  buscar el silencio, ese silencio que sosiega, que anima, que da esperanza. Luego deseó huir allí donde le llevaban sus sueños, su   imaginación, allí donde encontrar un final. Al final halló una catarsis: un principio. Porque el tiempo cura o lo intenta. Porque la palabra sana o lo intenta. Porque el amor  desinfecta o lo intenta. Porque el silencio  rehabilita o lo intenta. Porque un beso  alivia o lo intenta. Porque la vida mejora o lo intenta. Porque la verdad cuida o lo intenta. Ahora toca ordenar la cocina y mover pieza. Porqu

MADRID

Se cerró un círculo. En el mismo sitio y casi a la misma hora. Y después de un año todos hemos cambiado y después de dos aún más. Algunos ya no están, otros  recuerdan y sonríen, mientras algunos lloramos. Es lo que tiene Madrid, un sinfín de sensaciones que bajo sus edificios se quedan clavadas en cualquier esquina, en cualquier habitación de hotel, en cualquier calle, en cualquier restaurante. Porque a Madrid nos la comemos y nos la bebemos y  le dejamos grabadas, en los surcos de sus aceras de pizarra, notas musicales, a veces afinadas y otras, las menos, a disgusto del maestro, que con su gesto lo dice todo, para luego tornarse pícaro y disimular las ganas con mensajes a su mejor compañera y a nuestra preciosa capo di gruppo . ¡Ayyy!, ¿Qué sería de Madrid sin Reme, sin sus ganas y sin su ilusión? Este Madrid nos ha dejado en tan poco rato imágenes para recordarla: A Paco y su amigo en el baño de los espejos, a Tere y la bata china, a Encarnita con sus largos guantes, a Mati haciénd