SOY UNA SUPERMUJER. NO UNA SUPERHÉROE.
Gina era la típica mujer fatal a la que todos deseaban. Esta reputación pesaba demasiado y no la podía perder. La mantenía a base de rojo carmín, una buena máscara de pestañas, una estrecha falda negra y unos tacones de infarto que marcaban el ritmo del poder allá por donde pasaba. Hasta Willi, el ciego, podía intuir su presencia con solo aspirar esa mezcla de tabaco rubio y perfume del caro. Sin embargo, había mañanas en las que la resaca le traía las ganas de morirse. El rímel le chorreaba con un cruel patetismo. Cogía un frasco de pastillas y justo a tiempo pensaba en esa reputación a conservar. Sonreía, se lavaba la cara y se tomaba un martini seco, sin aceituna y sin remover, así, a pelo que era como mejor se mitigaba la resaca. Luego lo llamaba para concederse el placer de escuchar su voz. Como respuesta a ese "diga" profundo, masculino, seguro, espeso como la niebla; el chasquido del mechero y otra vez las ganas de morirse. Aquella mañana no volvió, com