EL TIPO AQUEL

Siempre intento ver detrás de cada comportamiento humano algo que lo justifique, sobre todo cuando se trata de algo negativo. Es decir, cuando alguien me molesta porque sus actos son algo, medianamente o insoportablemente vomitivos, trato de  descubrir detrás de su pellejo cualidades que a simple vista son imposibles de descifrar.
Esta praxis, como todas en la vida, a veces tiene sus excepciones y con algunas me he encontrado ya. Sin ir más lejos el otro día con el tipo aquel.
Estábamos comiendo, en el restaurante "El fogón de Trifón", un surtido de croquetas que nos había recomendado el que supongo era el tal Trifón. Es cierto, como puede apreciarse en la imagen,  el salón es un poco pequeño; no tanto como para tener la sensación de que la rubia de al lado te esta metiendo la melena en tu plato, pero sí  como para escuchar el parlamento de  alguien que habla como si fuese el último humano en la faz de la tierra.
Comedor de "El Fogón de Trifón"


Ese último humano hizo su entrada en el comedero con un resoplo al estilo de un victorino y una queja tipo "Joder el mundo me tiene manía". Mi primera reflexión sobre el tipo aquel fue que no se había dado cuenta que no era que el comedor era pequeño sino que él era demasiado grande.
Después vino la agonía. Eso sí, me dio una lección magistral sobre el último modelo de "Mercedes". El que él quería tenía faldones, llantas de 7'5 pulgadas, no sé cuántos cilindros y no sé cuántos caballos... Y cuando parecía que ya había concluido el tema coche, volvía con los faldones, los 7'5 y con que no estaba disponible hasta el mes de abril. Y cuando parecía que iba a cambiar de tema revisaba otra vez el papel en el que se describían las características del vehículo.
Es cierto, no soy tan quisquillosa, hasta aquí podemos comprender que era un tipo (aquel) con  ruedas nuevas, pero es que entre reiteración de extras y reiteración  hacía comentarios tipo: "esto está soso" y pegaba sorbetones del excelente y achicharrante caldo de  fideos y lo que fue el colmo es que  decía algo así como "...es que las tías se complican la vida", "...es que las tías..." "...es que las tías...", todo esto en un tono despectivo que tuvo su culmen en el momento en que dijo: " las tías es que son gilipollas"
No hice nada, ni me inmute, ni lo mire. Es cierto que me agrió la deliciosa tarta de queso que estaba degustando pero aún así pedí impasible el café, pagué la cuenta, me puse el abrigo, salí por la puerta.  Y así como con una chulería digna del Madrid que estaba visitando, me volví y le dije: -¿Pero tú te has visto, pero tú te has oído?, cacho imbécil-

Nunca he hecho mejor la digestión.
P.S. Dedicado al tipo aquel.



Comentarios

  1. Por desgracia,siempre hay alguien dispuesto a escuchar a un tonto.

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