COLORÍN COLORADO.

 El cuento, ese inocente puñado de letras que se  tatúan en el alma con el deseo irresistible de que no se trate de otra broma pesada de la vida, con el deseo irresistible de que el "comieron perdices" sea la guinda de una puñetera existencia con los ingredientes de un cuento real.

Érase una vez un lugar muy, muy lejano... el que cada uno quiera imaginar desde su más profundo rincón de la fantasía, aquel al que te lleva lo más íntimo y libre de tu ser.

Vivían... tres conejos con chilaba púrpura; un gato con bata de boatine; una niña sin cabellos dorados ni rosadas mejillas, con  orejas puntiagudas y una lengua demasiado grande o una boca demasiado pequeña, más hermosa que cualquiera del lugar.

Un buen día...ese día en el que nos hacemos mayores para pasear solos por un prado violeta, bañado por las aguas plateadas de un río donde los príncipes tienen ancas y los peces con ictus pescan  sirenas de carmín en los labios y máscara en las pestañas.

Se encontró entonces con... ese personaje malvado de gestos recatados  e intenciones perversas, con enorme nariz y ligera bizquera, con dientes retorcidos disfrazados en una cara risueña.

Llega entonces el momento de la angustia, ese del que ni la ficción te puede salvar,  cuando te quieres meter en un agujero como por el que caen los cuentos de "Lucía y el sexo".

De repente...aparece el príncipe/princesa azul, o verde, o gris. La cuestión es que te salva y da muerte o, en un tono menos dramático, espanta al personaje malvado del cuento que ya está a punto de terminar.
Y si se cuela lo vuelves a empezar, como el de la peli, por donde tú quieras o mejor dicho como tú quieras.Y si decides que ya es hora de rematar, el cierre depende de ti... Yo como creo en los cuentos sé que mi  fin será el del colorín colorado, el de... y fueron felices y comieron perdices.














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