LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS

Cierto día desperté con esa sensación de resaca que te deja una mala ginebra.  Arrastrando los pies llegué hasta la cocina y preparé un café de ese "apretao" que no gusta a nadie. Lo tomé, sentí como el negro líquido me raía las tripas y mi cabeza comenzaba a aclararse con la ayuda de un ibuprofeno.
Juro que ya no estaba bajo los efectos del alcohol cuando decidí cambiar de vida. Apuraba el último sorbo del maldito espresso mientras hacía las maletas. No me despediría de nadie, no me sentiría culpable, tan sólo subiría al coche y me alejaría lo máximo posible de la trampa que se me había tendido. Cada kilómetro era un recuerdo, cada coche adelantado una lágrima, cada pueblo atravesado una sonrisa.
Al llegar a mi destino caí en la cuenta de que no había desconectado el móvil y que en la agenda había nombres muy importantes, nombres en orden alfabético que repasé hasta llegar a la V. Allí estaba tu nombre y siempre estará ahí: superando mal entendidos, superando nuevos estilos de vida, superando malos momentos que, cuando entonábamos canciones de los Hombres G, ni siquiera imaginábamos.
Quizá estemos en crisis, yo no lo sé, pero mi nuevo estilo de vida está caracterizado por la paciencia,  esa paciencia que nos hace falta para que el caos vuelva a su orden y estoy segura de que volverá porque siempre estaré al otro lado del teléfono, al otro lado de esa calle que siempre quisimos unir, al otro lado de ese viaje que tantas veces hemos realizado para contarnos cosas y para estar juntas  en los mejores y en los peores momentos de nuestra vida. Y tú, la mujer más pragmática que conozco, siempre serás mi refugio, siempre serás mi hermana, siempre serás mi amiga del alma.
Aunque tú  no has cambiado tu estilo de vida algún día comprenderás y perderás el miedo, y en el fondo de tu alma sabes que si me estrello volveré a resurgir.

Querida amiga, aplícame tu frase  favorita: Lo esencial es invisible a los ojos.