FERIA


     El 19 de julio de 2021, mientras la gente seguía contagiándose de coronavirus, yo estaba en Madrid de visita y me leí "Feria". Me la leí "de una sentá" porque se puede leer así y porque la quería terminar y dejársela a la bella Irene.
Cuando la terminé no sabía muy bien qué decir. "Feria" te hace sentir, no hablar. 
Cuando la terminé me había enamorado de Ana Iris, así sin conocerla, como ella se enamoró de su hermano. Me había sentido orgullosa de mi pueblo, de los apodos, del "la" delante de los nombres femeninos y del "el" en los masculinos. Me había reconciliado con las manías de mis mayores, con sus mentiras de cuando eran jóvenes, con la gente del pueblo que critica. Sentí alegría de que a Paco Palma le encante sentarse al fresco. Y me emocioné  escuchando en  mi cabeza a la Lourdes diciendo "Viva San Rogelio"
Cuando la terminé era más sabia porque no necesitaba recuperar costumbres. Nunca las perdí, aunque a punto estuve por aquello de ponerle nombre a las terapias y género a lo inmaterial.
Ahora, dos días después, la gente sigue contagiándose de coronavirus, yo estoy en Illora y tengo muchas ganas de escribir sobre sentarse en el tranco, subir a la Cruz del Pae Joaquín, llenar garrafas de agua en la fuentecilla. Contarle a los niños que el nombre de Illora viene de que le decían a la madre de Boabdil: "Y llora, y llora la reina mora".  Escribir resculizo  cien veces por el gusto de escribir esa palabra. Y contar historias sobre tabarricos y barbaros illorunos. 
Nos vemos en el pueblo.

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