EL OTOÑO

Escribo con un minivestido de tirantes. La mañana es fresca pero esta tarde, de nuevo, me sorprenderé con los 36 grados que marcará el termómetro. Aún me cuesta cocinar un puchero consistente. Y hace dos días que mis hijos  comenzaron el curso escolar. Todavía una tarde de estas me baño en la piscina y me tiendo en una hamaca a leer el libro que comencé en primavera. Este calor no es normal para las fechas en las que estamos, a punto de que comience el otoño, para ser exactos el sábado 22 de Septiembre a las 16:49  (hora peninsular), ya saben, una hora menos en Canarias.
Parece que fue ayer cuando pronosticaba un verano en el que viviríamos peligrosamente juntos. Supongo que es hora de hacer balance porque lo que se dice hacer planes los hice a la vuelta de vacaciones.
El verano ha sido intenso, digno de trotamundos y nada más comenzar me puso en el filo de la navaja; por tanto se puede decir que la palabra peligro ronda por ahí. Y quiero bajarme porque este paseo por el borde me está mareando y el mareo me desequilibra y la falta de equilibrio hace que me tambalee y lo más probable, entonces, es que me caiga.
Por eso espero como agua de mayo el otoño, primera contradicción.
Deseo que sí pero en el fondo es que no, ahí va la segunda.
Y es que el 22 de Septiembre comienza otro principio, aquí hay indicios de la tercera, cómo si a estas alturas se pudiesen hacer propósitos de año nuevo.
Ya me llega la cuarta: que estoy en el filo, que todo se me vuelven pulgas como al perro aquel del refrán, que pienso que nunca más voy a sentir aquello de lo que hablamos y, sin embargo, relleno huecos en la agenda para celebrar ya no sé muy bien el qué.
Y como no hay dos sin tres, ni cuarta sin quinta, me invento otra contradicción: me encanta el otoño, aunque en esta estación  los recuerdos sean los típicos de los tópicos.
Y ya veremos cuando haga balance de este periodo  sí me contradigo al vaticinar que el otoño es tiempo de  caducar y sembrar.
El sábado si me buscas me encuentras. Estoy en el bosque pisando hojas, el crujir de éstas bajo mis pies te guiarán. No sé cuánto me llevará pisotear todas las que ensucian el camino pero insistiré hasta que todas hayan crepitado como las burbujas de plástico de cuando éramos chicos. Tengo tiempo hasta el invierno, espero que si para entonces me he muerto que sea de risa.

Comentarios

  1. Ya no cierro los bares,ni hago tantos excesos,cada vez son más tristes las canciones de amor.Lo dice Sabina y también lo digo yo,alguien que durante mucho tiempo caminó por el filo de una navaja vieja y oxidada.Al final, con calma sabia,volvió a cortar casi como recién comprada.

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    1. Las canciones de amor nunca pueden ser tristes, en todo caso las de desamor.
      En el filo de la navaja nunca se puede tener calma sabia.
      Qué casualidad, Sabina.
      Saludos para ti en exceso desde el mejor bar, el mío.

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  2. No caminaría yo ni un día por el filo de una navaja vieja y oxidada.Quizá por una que corte poco...porque puede volver a afilarse.

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