NO MOLESTAR, ESTOY INVENTANDO

Desde pequeña tengo el deseo de inventar algo, así como por casualidad, que ayude a los demás a que su vida sea un poco mejor. A medida que me voy haciendo ¿menos niña?, los factores que influyen en un buen invento se dispersan y corro el riesgo de fracasar en esa tarea que no quiero que se quede pendiente o, peor aún, olvidada. 
Hoy de aquí no salgo hasta que invente. Así que por favor, no molestar


En mi invento no existe ni el espacio, ni el tiempo. Todo tiene colores hermosos y una textura que va y viene, que se contrae y se dilata a voluntad del momento. Y el momento no se puede medir, por eso me cuesta explicar con palabras de aquí como son los instantes en mi invención. Es aleatorio, caprichoso y no recuerda, de ahí que las situaciones se conviertan en un bucle caótico que te lleva desde la niñez, cuando jugabas en el patio del colegio, hasta el galopar del corazón perturbado por un primer beso, desde el sonido de la palmada de la vida hasta la expiración que nos anuncia la muerte.  Aunque lo parezca, la mezcolanza de lo opuesto no es un defecto de creatividad, sino de realismo; no puedo obviar en mi invento, si lo quiero patentar, que la  vida no existe sin la muerte, ni la felicidad sin la tristeza, ni la calma sin la tempestad...
En este ingenio, durante segundos ocurren historias de años y en años se esfuman aconteceres de días. En esta obra se construye una escalera cuyo sentido es infierno-cielo, estrellato-vuelo. No es un sueño, no es enajenación, no es querer recuperar. Es un vivir sin espacio y sin tiempo.

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