EL OLIVO LUCIO

                                                                                      Fuente foto:http://cronicasdealomartes.blogspot.com/2013/11/los-olivos-de-illora-en-japon.html
Erase una vez el dueño de un campo que plantó un olivo Lucio y otro árbol. El otro árbol crecía rápido y su copa se extendía a lo ancho con una velocidad sorprendente. El Lucio pasaba el día cabreado porque, a diferencia del otro árbol, sus ramas apenas crecían unos centímetros al año y su copa parecía, lustro tras lustro, la misma.

La gente elegía al árbol de gran copa para sentarse a su sombra. Hacían comidas campestres protegidos allí del sol. Y los niños jugaban divertidos mientras trepaban a sus ramas. El olivo se comparaba y no podía resistir la rabia y la frustración.

Un día de invierno, la lluvia y el viento fueron de esos que pasan a la historia y el otro árbol de raíces poco profundas  fue derribado y dañado de tal modo que no se pudo recuperar.
 
Sí, a mi también me da pena que un árbol que dio tantas alegrías a aquella familia desapareciese, pero esa es otra historia.

El caso es que, pasados muchos años,  un abuelo y su nieto se pararon delante del Lucio y el  anciano le dijo al niño: -Las raíces de este árbol son ejemplo  de fortaleza, de perseverancia, de vida, de habilidad, de sabiduría, de búsqueda, de inquietud. El tronco de este olivo nos transmite belleza, historia, honor, elegancia. Las ramas del Lucio  nos hablan de fruto, de multiplicación de la vida, de nobleza y del valor del que espera.

Yo no quiero compararme con el centenario olivo,  pero sí, inspirarme en él para encontrar mis valores, mis habilidades y los dones que tengo para ponerlos al servicio del mundo.

Dedicado a mi amigo Nacho, a Illora y al Olivo Lucio

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